Esta semana Laurielle ha resucidtado, o muerto, o alguna excusa así para no actualizar y no hemos podido acabar la página, así que para compensar, aquí tenéis un relatillo sobre nuestros queridos personajes ¡Esperamos que os guste!


La Real Biblioteca de El Vosque no era el edificio más alto de la ciudad de Knott, tampoco era el más grande y, por raro que parezca, ni siquiera era el que más libros tenía. Pero no por ello dejaba de ser una construcción majestuosa. Eso era culpa de la humedad, las ratas, y los eventuales incendios aleatorios que asolaban el edificio en ruinas.

Pero al joven chico no le importaba. Puede que no fuese el edificio público mejor conservado de el reino, pero no había duda de que era la mejor biblioteca. Sus aspecto maltrecho no hacía más que otorgarle la sensación de que leer libros en su interior era una actividad perseguida, algo oculto que no debería descubrirse ante el resto de los mortales, y eso sólo conseguía darle más emoción al simple acto de leer.

Estaba claro, razonaba el joven, que si alguien se había tomado tanta molestia en lograr que el conocimiento que estaba atrapado en el interior de los libros no viese la luz, era por que ese conocimiento era una poderosa arma.

Y Cirano estaba más que dispuesto a aprender a manejarla.


Por entonces, el joven Cirano era un simple niño de pelo rubio y delgado, bien vestido, que caminaba entre las miles de páginas de papel que acechaban en cada estantería. Aunque ya había cumplido doce años, su cuerpo no parecía aún haberse dado cuenta. Pero su rostro serio y decidido, dejaba entrever que era una persona más madura que lo que su cuerpo invitaba a pensar, y la diferencia entre uno y otro conseguía que la gente no estuviera segura si darle un caramelo, o tratarlo de usted.

Cirano pasó el dedo por las placas de metal de las estanterías, iluminando con la vela para no perderse por el laberinto de maderas y sombras. No ayudaba el hecho de que cada día, Shht, el orco que se encargaba de gestionar la biblioteca, decidiese cambiar las categorías y el orden por completo. El funcionario nunca estaba conforme con la idea de que un libro pudiese pertenecer a una sola taxonomía, así que no dejaba de crear y destruir nuevas clasificaciones para los libros que estaban bajo su cuidado.

De tal manera, si un día podías encontrar La historia del Castillo de El Vosque bajo Arquitectura, al día siguiente podría estar en Historia regional, en Sitios donde vive gente o en Cosas más altas que un caballo. Se había dado el caso de que un libro estuviese en más de una categoría al mismo tiempo, con un ingenioso sistema de cruce de estanterías, pero Shht se vio obligado a retirarlo en cuanto un lector desapareció en el laberinto de libros sin volver a dar señales de vida.

Tras deducir el último sistema de organización del bibliotecario, consistente esta vez en ordenarlos por olores, Cirano encontró el libro que buscaba bajo el epígrafe Amargo con un cierto toque picante. Lo guardó en su saca, y comenzó a caminar en una dirección aleatoria que con suerte le llevaría a la salida. Nada más girarse, para su sorpresa, el joven chico encontró algo en el interior de la biblioteca que nunca había visto.

Otra persona.


Una sombra ligeramente más alta y delgada que él, con el pelo largo y enredado y unos ojos brillantes se quedó petrificada al final del pasillo de Afrutado con ligero olor a madera.

La esbelta y pequeña figura pareció percatarse de la presencia de Cirano, y comenzó a correr en dirección contraria. El joven, motivado por la curiosidad y por algo que aún le faltaban unos pocos años para acabar de entender comenzó a correr tras ella.

La chica, y Cirano tenía claro que era una chica aunque por más que se esforzase no lograba encontrar el origen de esa información, era ágil y rápida. Pero él conocía la biblioteca mucho mejor que la palma de su mano, una parte de su cuerpo a la que apenas prestaba atención, y no tardó en cortarle el paso.

La figura dejó escapar un pequeño gritito de sorpresa y volvió a quedarse clavada en el sitio, iluminada por un rayo de luz que entraba por un agujero en la pared que alguien había optado por llamar ventana en lugar de taparlo. Cirano pudo verla, por primera vez: El pelo desmadejado y dorado, la piel blanca, los ojos abiertos y exóticos, el joven pensaría que incluso cambiantes.

Y las orejas puntiagudas.

- Eres una elfa... - dejó escapar el chico, sorprendido. - ¿Qué haces tan lejos del pueblo?

La elfa dio un paso al frente, dejando atrás el halo de luz y convirtiéndose otra vez en una sombra, esta vez amenazante. Cirano apreció que aunque parecida, la estatura de la chica era ligeramente mayor, y sus ojos brillantes le daban un toque amenazador que combinaba perfectamente con el dato de que los elfos comían gente.

- No vas a comerme – respondió desafiante el humano. - Solo se os permite comer humanos que se haya infiltrado en vuestro pueblo.

- ¿Y quién se iba a enterar si ahora mismo devoro tus entrañas, renacuajo?

- Tú. Y no creo que quieras hacerlo. - la seguridad del chico empezaba a resultar cargante y molesta, cualidades que era consciente de que sólo lo hacían más apetitoso a los ojos de un impaciente elfo. La joven dio otro paso, acercándose más aún a Cirano, el cual pudo notar como su olor fresco y dulce despertaba más emociones en él de las que aún había tenido tiempo de empezar a clasificar.

- ¿Y por qué estás tan seguro de que ahora mismo no te quiero sacar las tripas para comérmelas? ¿No sabes que los elfos somos criaturas salvajes? ¿Crees que tendríamos problemas en comernos a un repelente mocoso como tú?

- Si lo que quieres es comer humanos lo último que harías sería venir a buscarlos a una biblioteca vacía. - Cirano señaló al libro que la rubia guardaba en su espalda. - Creo que has venido a cazar otra cosa...

La chica titubeó, y el brillo de sus ojos pareció cambiar de forma. Intentó esconder el libro torpemente, consiguiendo solamente que se cayese al suelo. El humano la estaba empezando a poner nerviosa.

- No todo lo que dicen de vosotros es cierto ¿verdad? - empezó a decir el chico mientras recogía el libro del suelo. Leyendas de Gaia, pudo ver en la portada. Tras devolvérselo, Cirano sacó el suyo de la saca y se lo entregó a la chica. - Si te interesan nuestra diosa, éste es más aburrido, pero mucho más interesante. Ciclos taumopolíticos, puedes ver la historia de la magia natural y antinatural, y el papel que jugó Gaia en todo...

La chica se quedó mirándolo, aún descolocada por que el humano hubiese tenido el descaro de no tenerle miedo, y éste se despidió con una sonrisa, caminando decidido hacia la salida, estuviese donde estuviese.

- Espero que te guste – fue lo penúltimo que oyó, siendo lo último el eco de sus pasos desapareciendo entre las sombras.

Tras varios segundos de silencio, dos libros empezaron a moverse torpemente. Una ardilla salió de detrás de un grueso diccionario y lanzó unos agudos chillidos burlones a la elfa que se había quedado congelada en mitad del pasillo.

- ¿Qué? ¡No seas tonta! - respondió finalmente Amanda - ¡Es un crío humano! ¿Cómo me va a parecer guapo?